Entrevista Agus Prats
por Cristina Bernal
A Agus Prats, fotógrafo y diseñador gráfico, lo conocí cuando estudié Especialización en Fotografía Terapéutica y Participativa en Instituto 8, ubicado en la calle Bruc de Barcelona, fundado por María Castellano y David Viñuales. Tanto el trabajo de Agus como su personalidad me cautivó, por lo cual, me pareció muy oportuno compartirlo con los demás.
Tuvo la idea de crear un sistema para sujetar su cámara y tomar fotografías desde un disparador remoto. A través de su propia experiencia, tras sufrir una agresión que lo dejó en una silla de ruedas, explora la fotografía desde un lugar muy singular.
Tal y como él mismo explica, después del accidente y cuando ya podía moverse con la silla “escribía lo que veía y fotografiaba lo que sentía.”
¿Qué puedes contarme sobre tu relación con la fotografía?
Lo haré con una anécdota que no me pasó a mí directamente, pero que la he revivido muchas veces como si lo fuera. Pasó hace años, cuando éramos niños, en casa de mis abuelos paternos, en un pueblecito de Cataluña. Es una casa grande, de varios pisos, que perteneció a varias generaciones. Es de esas casas llenas de rincones oscuros y objetos extraños que estimulaban mi imaginación infantil mezclando miedo y fascinación a partes iguales. En el piso de arriba había una pequeña sala de estar que precedía a nuestras habitaciones y siempre quedaba en penumbra. En esa sala, había un piano de pared adornado con figuritas que le daban un aire presidencial y enfrente, unos sillones con un sofá cubiertos por unas telas bordadas con las iniciales de la familia que los protegían del polvo que, les hacían parecer unos fantasmas. En uno de los armarios, mis primos encontraron un álbum familiar y se sentaron a hojearlo. Fueron pasando las páginas mientras comentaban divertidos las fotos, hasta que se toparon con una que los dejó helados. Era un retrato de grupo, de toda nuestra antigua familia reunida en ese mismo sofá en el que estaban ellos sentados ahora. La foto había sido tomada en la misma sala, en el mismo lugar exacto en el que nuestros antepasados los observaban desde la foto. En ese momento los sintieron como si estuvieran a su lado y eso les produjo escalofríos. Cogieron la foto y se dieron cuenta de que por detrás había una dedicatoria escrita a mano: “Para nuestros futuros descendientes” ponía. Mi prima recuerda que en ese momento no pudieron hacer otra cosa que devolver deprisa la foto a su sitio en el álbum y salir de allí corriendo.
¿Qué significado tiene para ti?
Y a eso iba. Para mí la fotografía tiene ese poder, esa fuerza que puede llegar a ser capaz de trascender lo cotidiano y amplificar nuestra experiencia. Tiene esa conexión intrínseca con lo que interpretamos como realidad y ese es su truco. Sirve de anclaje a todo lo que hemos sentido alguna vez, a nuestros recuerdos, a nuestros sueños, a sensaciones que hemos sentido en el pasado, y se sirve de ello para, a través del lenguaje de las imágenes, revivir emociones o despertar nuevas, transformando el presente. Dalí creía en la existencia de otros mundos, pero que estaban dentro del nuestro. Pues yo veo a la fotografía como la primera puerta, o, la última, según de dónde vengas, a esos otros mundos interiores que conectan con el nuestro.
¿Qué experimentas al fotografiar?
Y al contemplar fotos, ¿qué es lo que te llama la atención cuando vas a fotografiar algo o a alguien determinado?
En la fotografía de calle, que es lo que ahora hago, no sabría decir exactamente qué es lo que me impulsa a hacer la foto. Sí que a veces es algo concreto, por ejemplo, ver cómo un objeto o persona interactúa formalmente con lo que le rodea en ese momento, pero la mayoría de las veces es una intuición, un cúmulo de elementos que, en cierto modo, te hacen pensar que pueden ser susceptibles de ser fotografiados muy pronto, en un espacio de tiempo inminente. Un poco me siento como el burro al que le ponen la zanahoria delante atada a un palo para que no deje de avanzar sin acabar de alcanzar lo que persigue. Pocas veces tengo la sensación del encuentro mientras estoy fotografiando. Eso se da más tarde, cuando reviso y edito las fotografías. Tienes que pensar que yo nunca miro las fotos mientras estoy fotografiando. Al llevar la cámara anclada al chasis de mi silla de ruedas, hago las fotos con un disparador remoto y con el encuadre memorizado. Y eso es esencial también porque hacer fotos y verlas, requieren de dos estados mentales muy diferentes. Por eso me fascina tanto la foto de calle, la cual, recompensa con su magia, con encuentros casuales inesperados, que se materializan en la foto una vez la miras y la tienes enfrente, y te hacen soltar un “¡Vaya!”, porque no podíamos preverlo, ni tampoco imaginarlo en el momento de hacerla. Eso es lo que me atrae de la foto de calle, hay una parte importante en la que no tienes tú el control consciente y eso me interesa mucho. Al final, siempre es la propia calle la que acaba por terminar de hacer la foto. Pero siempre esperará a que tú des el primer paso, porque además es adictiva. Y bastante. ¿Has visto la película “Cargo”? Pues un poco me siento como ese padre zombi al final de la película que, en la fatalidad del momento, se coloca él mismo la zanahoria para no dejar de avanzar cuando deje de ser consciente de lo que hace y poder llegar así a su destino.
Observando tus fotos, ¿podríamos decir que un tema recurrente es la fotografía de calle?
No definiría a la foto de calle como tema. De hecho, verás que es muy difícil definir qué es la foto de calle, prácticamente hay tanta foto de calle como fotógrafos de calle, cada uno con su propio estilo y mirada. Llevo un buen tiempo que solo hago foto de calle, sí, es verdad, pero dentro de la foto de calle, veo distintos “temas” de los que quizás pueda tirar del hilo más adelante. Solo con la foto de calle puedes hablar de temas muy diferentes. Yo ahora no estoy en ninguno en concreto, o eso creo, digamos que no de forma consciente, pero empiezo a ver ciertos elementos que se repiten o situaciones concretas que me hacen parar a pensar por qué están ahí de forma tan insistente. Y al final me pregunto qué pasa si voy tras ellos de forma más intencionada, más reflexiva, si salgo en su búsqueda. Se trata de preguntarme por qué mi inconsciente los tiene tan presentes. Qué pueden estar tratando de decirme que todavía no sé.
¿Qué opinas de la fotografía terapéutica?
Tengo una relación un tanto especial con la palabra “terapia”. No suele gustarme para definir el potencial que tiene la fotografía para ayudarnos. Debes entender también de dónde procedo, después de superar una grave lesión neurológica de la que todavía tengo secuelas, he pasado muchos años en recuperaciones y terapias que han hecho que me relacione con la palabra “terapia” de un modo que siento está muy alejado de lo que significa y representa para mí la fotografía, y, sobre todo, en la forma en que a mí personalmente me ha ayudado a superar mi propio trauma. Lo que quiero decir es que la fotografía tuvo para mí un efecto terapéutico, totalmente, pero me serví de ella de una forma natural, sin pensar o ser consciente que estaba realizando terapia con ella. Con las fotos pude reencontrarme con unas emociones que no tenía otro modo o canal para liberarlas. Eso fue lo que descubrí en la fotografía cuando me serví de ella para dar sentido a lo que me estaba pasando en ese momento, entender y reconocer lo que estaba sintiendo. Luego, cuando conocí a David Viñuales y todo el trabajo que estaban realizando en Instituto 8, ubicado en Barcelona, fue cuando pude poner nombre y apellidos a todos esos procesos que la fotografía era capaz de activar y me di cuenta de que se podía trabajar terapéuticamente con ella de una forma intencionada o digamos más consciente. En la fotografía puedes encontrar un espacio donde liberar cargas emocionales. Materializar sentimientos, recuerdos, vivencias, darles una forma, un significado y crear narrativas con las que poder escuchar lo que tu interior en ese momento está pidiendo contarte. Tiene línea directa con tu inconsciente. Breton definía a la escritura automática como la “verdadera fotografía del pensamiento.” En eso la fotografía es única y tiene un poder increíble de perforación hacia el interior de uno mismo, con una facilidad y fluidez que prácticamente lo hace sin que te des cuenta, y todo lo que tienes interiorizado empieza a fluir y a desbordarse delante de ti.
¿Por qué la recomiendas?
Porque todos queremos en el fondo, estar bien.
¿Qué crees que sucede cuando compartimos actividades creativas con otras personas?
Lo hacemos constantemente si nos paramos a pensarlo. Cuando decidimos compartir nuestro tiempo con otra persona, lo hacemos porque en cierto modo, a diferentes escalas, nos aporta y aportamos con la esperanza de crear algo juntos, ya sea una simple conversación o construir un proyecto importante de años. Creo que se trata de algo intrínseco al hecho de vivir. Necesitamos saber que estamos aquí para crear algo y compartirlo, ¿no? La creación artística es parte de este principio natural. Una de las cosas por las que admiro tanto el trabajo de Tarkovski es precisamente por esa implicación total y absoluta que tenía con la vida. Él decía que la creación artística exigía del artista una verdadera entrega de sí mismo, en el sentido más trágico de la palabra. Un sacrificio. De hecho, así se tituló su película póstuma, cuando ya sabía que le restaba poco tiempo de vida. Compartir actividades creativas con otras personas es compartir una parte de tu vida. Son los nudos de una red que se extiende más allá de nosotros mismos y en la que se van cruzando las vivencias de cada uno con las de los demás. Es estar presente en la memoria de las otras personas. Borges decía que somos lo que recordamos. El recuerdo que conservan las otras personas de uno mismo es también una manera de mantenernos vivos.
¿Cómo crees que nos ayuda la imagen a nuestra salud?
Las imágenes pueden actuar como espejo de uno mismo, conectar de forma más directa con tu parte emocional y una vez que te ves por dentro, trabajar ese reflejo y cambiarlo si quieres. Estamos siempre rodeados de imágenes, nos valemos de su uso para comunicarnos, nos mandamos y recibimos mensajes visuales constantemente, nos llegan también a través de la publicidad, de la cultura, etc. En cambio, no existe en la educación general una buena pedagogía de la imagen. Y eso provoca que seamos vulnerables a su poder de transformar nuestro pensamiento y la forma en que nos vemos y queremos que nos vean los demás. Las imágenes pueden servirnos de mucha ayuda, pero también se usan para manipularnos. Conocer cómo funcionan es esencial para entender qué nos pasa.
¿Tienes algún proyecto en mente? ¿Cuál? ¿En qué te has inspirado?
Como te contaba antes, estoy volcado en la fotografía de calle y a punto de empezar a tirar de hilos. Todavía no sé cuáles, pero están ahí. Tengo también un proyecto sobre el barrio y la memoria colectiva que arranqué hace ya un tiempo, pero que quedó aparcado porque falló el apoyo que tenía en su momento. Quién sabe, quizás despierte un día de estos.
Agus, te agradezco muchísimo que hayas compartido conmigo tu experiencia vital y fotográfica.